Salamanca y Francisco Franco

Cuando se cumplen cincuenta años de la muerte de Francisco Franco, la relación entre el Caudillo y la provincia de Salamanca sigue siendo uno de los capítulos más documentados de la historia local del siglo XX. Salamanca fue durante la Guerra Civil uno de los ejes del bando sublevado: aquí se instaló el cuartel general de Franco, aquí se diseñaron decisiones militares y administrativas y después, la ciudad y la provincia acogerían obras e infraestructuras del Estado que dejaron huella física y simbólica.

Quince meses después del fin de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, los republicanos aprovecharon las elecciones municipales de 1931 para conseguir el poder por la fuerza, instaurando en España la II República. El Gobierno republicano nombró a Francisco Franco Jefe del Estado Mayor Central del Ejército, por lo que se le envió a acabar con el intento de golpe de Estado contra la propia República del PSOE en 1934. En agosto de 1935, Franco viajaba de Madrid a Oviedo y el coche en el que le llevaban sufrió un grave accidente en la carretera entre Calvarrasa de Abajo y Santa Marta de Tormes (cerca de Pelabravo según fuentes locales). El vehículo volcó; murió un ciclista pero Franco resultó finalmente ileso. Hecho que tuvo repercusión mediática al ser ya el general militar más joven de Europa.

Desde el otoño de 1936, poco después del alzamiento militar, Salamanca pasó a ser sede del cuartel general de Francisco Franco y se convirtió en el centro de operaciones de los nacionalistas. El obispo de Salamanca Enrique Pla y Deniel cedió el Palacio Episcopal (actual Museo Diocesano) para uso militar y residencia del general y su estado mayor; ese edificio y otros palacios de la ciudad alojaron oficinas, se centralizó propaganda y se organizaron procedimientos administrativos del bando nacional. Salamanca actuó como capital de facto del territorio nacionalista durante buena parte del conflicto.

El cuartel general y la residencia del jefe del bando fueron trasladándose según la evolución del frente —Franco mantuvo presencia permanente en la zona y utilizó varios emplazamientos—, pero Salamanca conservó funciones centrales hasta el final de la guerra y albergó organismos que luego darían paso a archivos oficiales, como el actual Archivo General de la Guerra Civil Española.

Un hecho clave tuvo lugar el 21 de septiembre de 1936: en el aeródromo de San Fernando (Matilla de los Caños) se celebró una reunión de mandos que culminó con la designación de Franco como Generalísimo de las fuerzas nacionales. Esa fecha y ese lugar figuran de forma repetida en las fuentes históricas como uno de los hitos que consolidaron el liderazgo militar de Franco.

También son citados otros inmuebles donde se instaló la familia o el estado mayor, como el Palacio de la Salina en determinadas estancias y desplazamientos.

Durante la guerra y en las décadas siguientes, la Plaza Mayor y otros espacios públicos de Salamanca fueron escenario de desfiles, actos oficiales y concentraciones militares y políticas vinculadas al régimen. La condición de Salamanca como centro de poder nacionalista facilitó que la ciudad acogiera proclamaciones, desfiles y ceremonias en las que participaban autoridades militares y diplomáticas.

De hecho, en Salamanca se instaló parte de la representación práctica de potencias afines al bando nacional —sobre todo Alemania e Italia— durante la guerra. Documentos y estudios locales indican que se usaron edificios universitarios y hospederías (como la Hospedería del Colegio Fonseca o la Facultad de Medicina) para alojar delegaciones técnicas y diplomáticas de esos países. La ciudad fue, durante el conflicto, un punto de encuentro para asesores, delegados y enlaces extranjeros.

El Caudillo, ya como Jefe de Estado y de Gobierno de España, impulsó numerosas obras en toda la provincia. En la capital por ejemplo se acabó de configurar la Gran Vía como la conocemos hoy, creó cientos de viviendas en barrios como Garrido o San Bernardo y todo el barrio de La Vega.

En la provincia son obras de su gobierno el embalse de Santa Teresa, el Salto de Saucelle y la presa de Aldeadávila. Por todo ello varias instituciones lo homenajearon. De esta manera fue nombrado Alcalde Honorario del Ayuntamiento de Salamanca, que le concedió la Medalla de Oro de la ciudad y también la Medalla de Oro de la provincia. Además le dedicó un medallón en la Plaza Mayor, así como se le pintó en el mural que preside una de las salas del Consistorio, junto a Miguel de Unamuno. La Universidad de Salamanca le nombró doctor honoris causa en la facultad de Derecho.

Ya como Generalísimo, Franco visitó Salamanca en seis ocasiones públicas o semi-públicas: En 1952 (14-15 de abril): visita Ciudad Rodrigo, donde se reunió con el dictador portugués Salazar.  En 1954 (7 de mayo) fue la ceremonia de investidura como Doctor “honoris causa” por la Universidad de Salamanca, además de inauguraciones como la del embalse de Santa Teresa, el barrio de La Vega y el colegio mayor Fray Luis de León.

En 1956 (29 de septiembre) vino a la conmemoración del vigésimo aniversario de su designación como Generalísimo; acto en San Fernando con homenaje a los que murieron en la sublevación. En 1957 (8-9 de julio): tuvo el segundo encuentro con Salazar en Ciudad Rodrigo, ligado al pacto ibérico. En 1964 (17 de octubre) abrió oficialmente la presa de Aldeadávila, como parte de la campaña de los “XXV años de paz”. Y en 1970 (24 de noviembre) fue su última visita a Salamanca para inaugurar la central hidroeléctrica de Las Arribes y otros actos en la ciudad, como un desfile con masa popular en la Plaza Mayor.

La huella material de la presencia franquista en Salamanca (edificios usados como cuarteles, medallones, placas, infraestructuras hidráulicas, actos públicos y doctorados) convive hoy con un debate sobre el conocimiento de nuestra historia, la conservación patrimonial y el análisis de nuestro pasado.