«El Mariquelo” vuelve a coronar la Catedral de Salamanca en su XXXIX ascenso: dedicado al párkinson y al cáncer
Un año más, fiel a la tradición, Ángel Rufino de Haro, conocido en Salamanca como El Mariquelo, protagonizó ayer su XXXIX subida anual a la Torre de las Campanas de la Catedral Nueva. La ascensión doce años consecutivos se ha convertido en un símbolo de identidad local, devoción y solidaridad, más allá del rito folclórico.
Este 31 de octubre, El Mariquelo dedicó su hazaña a dos causas con impacto social en la provincia: los enfermos de párkinson y de cáncer, como informaba ABC en su edición digital.
La tradición del Mariquelo nace tras el terremoto de Lisboa de 1755. Aunque Salamanca sintió el temblor, el terremoto no causó víctimas en la ciudad ni daño mayor en su catedral. En agradecimiento, el Cabildo Catedralicio instituyó que cada vigilia de Todos los Santos se hiciera una subida para tocar las campanas para dar gracias a Dios porque no hubo ningún fallecido, y comprobar el estado de la torre.
Durante siglos, la tarea recayó en la familia de los Mariquelos, quienes accedían anualmente al campanario del templo. En 1976, Fabián Mesonero Plaza fue el último miembro de esa estirpe que cumplió con la costumbre.
Tras un paréntesis entre 1977 y 1984, Ángel Rufino de Haro recuperó la tradición en 1985, revitalizándola con una estética folclórica: vestido de charro, acompañado de su gaita y tamboril, subiendo a la torre para interpretar una “charrada” y pronunciar un mensaje desde lo alto.
La subida comenzó a las 11:30 horas, como es costumbre, partiendo del Puente Romano hacia el centro histórico, con acompañamiento de público, agrupaciones folclóricas y salmantinos que siguieron el recorrido por la Plaza Mayor, el Corrillo y la Rúa hasta llegar a la Catedral.
Una vez alcanzada la zona de las campanas —en esta edición ya no se subió hasta la veleta—, El Mariquelo hizo resonar la campana conocida como “María de la O” un total de 39 veces, visibilizando un mensaje de apoyo a las personas afectadas por párkinson y cáncer.
A continuación, interpretó una charrada tradicional, pronunció palabras de aliento solidario y se concluyó con la suelta de palomas como símbolo de paz y esperanza.
Además, este año El Mariquelo aprovechó para homenajear a viticultores salmantinos, en un guiño a la tierra charra y su producción local.
Con esta ascensión, Ángel Rufino reafirma la vigencia de una costumbre que remonta a 1755 y que hoy fusiona fe, folclore y reivindicación social. Pese al paso del tiempo, la figura del Mariquelo sigue congregando a salmantinos que esperan contemplar, desde la plaza, el momento en que la Catedral repique desde lo alto.
Para muchos, el acto es mucho más que folklore: es un puente entre generaciones, un símbolo de gratitud y un recordatorio de que las raíces culturales pueden adaptarse al presente sin perder su esencia.
