El día de los Fieles Difuntos lleva la mirada al cementerio
Cada día 2 de noviembre, día posterior a la festividad de Todos los Santos, celebramos el día de los Fieles Difuntos. En él recordamos a las personas fallecidas, que no tenemos la seguridad de que estén en el cielo, y que puedan estar aún en el purgatorio.
Los cementerios de toda la provincia se llenan de visitas de los seres vivos que se acercan para recordar a sus familiares y amigos o rezar por ellos. Es típico llevar flores, limpiar la tumba y comer a la salida la rosca de anís.
En el cementerio de Salamanca tenemos además mausoleos que marcan nuestro itinerario por el camposanto. Entre ellos podemos destacar el del ganadero Eloy Lamamié de Clairac y Trespalacios, que falleció el 4 de noviembre de 1857 en su dehesa de Muchachos (Ledesma) a los 31 años. O el de doña Laureana Ramos de Alosal, de Vitigudino, que falleció en 1903. También es digno de ver el de los marqueses de Villa Alcázar, hacia el centro del cementerio, mandado construir en 1869 por don Francisco González de la Riva y Mallo. El de doña Antonia Caravias Díaz, construido a su fallecimiento en 1875, por el arquitecto José Antonio Berdaguer, era un cubo en piedra con columnitas salomónicas de mármol blanco, fustes retorcidos y capiteles románicos en las esquinas, con un buen medallón de doña Antonia con guirnalda inferior soportada por las fauces de dos leones en piedra de Villamayor. En la última década del siglo se terminó otro mausoleo que prometía ser el más suntuoso y que sería la última morada de doña Teresa de Zúñiga y Cornejo, la célebre “Corneja” que tantos quebraderos de cabeza dio a la ciudad para abrir la calle de la Rúa, desde Palominos. Ya en los años cuarenta del siglo XX Bonifacio Diego García construye un panteón neogótico y son más modernos el de Antonio Fernández, con proyecto de su hijo el arquitecto Antonio Fernández Alba, construido en forma de templo dórico con simbología masónica, realizado en mármol de la Iglesia y granito gris abujardado. El de la familia Escudero Salazar es de grandes proporciones, ejecutado en granito y mármol blanco Macael. El mausoleo de la familia Bustos Hernández es de estilo moderno combinando el granito negro intenso con el gris abujardado, siendo la Cruz y rejería de acero inoxidable.
Y por supuesto luego tenemos las de personas tan destacadas como Miguel de Unamuno o Rafael Farina.
Por la provincia, en cada pueblo, descansan los restos de nuestros antepasados. Algunas tumbas olvidadas, otras siempre limpias y con flores. Y no faltan las que son refugio de la colonia de gatos que allí convive entre el silencio y la paz que siempre ofrece el cementerio.
Este año, debido a la especial situación que vivimos, con una especial mortandad, la Iglesia enriquece la visita al cementerio con el don de la Indulgencia. Visitar el cementerio entre el día 1 de 8 de noviembre lleva consigo la Indulgencia Plenaria, que significa que la pena merecida por la consecuencia del pecado se perdonan completamente. Pudiendo ofrecerse así por el fallecido para que goce del cielo.
Este año, la Penitenciaría Apostólica ha hecho público un decreto para ampliar a todo el mes de noviembre las indulgencias plenarias para los fieles difuntos ante la actual situación de pandemia.