La fotografía de hoy es de Álex Gutiérrez. Imagen de la zona de la Vaguada de Salamanca.
Más que calle, si existió en tiempos lejanos, fue sendero que circundaba la Peña del Hierro (Cerro de San Vicente). Cerro que desde tiempos inmemoriales coronó el convento benedictino de San Vicente ignorante de que ocultaba bajo él los restos de los primeros pobladores de la ciudad.
Aquellos pobladores acaso aprovecharon las vetas de hierro, delatadas por los colores rojizos de sus minerales, que dieron nombre al cerro y que González Dávila consideraba, de haber sido labradas, tan ricas como las de Vizcaya. También Bernardo Dorado las supuso abundantes y que, explotadas por los romanos, se fundieron sus metales en los alrededores dando el nombre de Prado Rico a las laderas suaves situadas al este (Hospital Clínico).
Si no por su hierro, la peña si fue horadada como cantera de piedra y arena hasta bien entrado el siglo XX lo que propició la formación de cuevas que sirvieron de refugio a gente menesterosa y a menudo proscrita, lo que no dio buena fama al lugar. Muchas, o todas, tuvieron que ser cegadas.