La web España Fascinante publica que llegar a Siega Verde significa emprender un viaje de siglos y kilómetros. Una travesía a través de mapas y calendarios. Llegar a Siega Verde es como traspasar un portal temporal que se abre a un lugar único, declarado Patrimonio de la Humanidad. Este rincón se encuentra escondido al oeste del mapa de España. Resguardado en las pedanías de Serranillo, en el municipio de Villar de la Yegua, bebe del agua fresca del río Águeda. Se codea con ilustres vecinos de hermosas calles ataviadas con catedrales, iglesias y castillos. En su aire resuenan el eco de miles de años de historias. Pero la magia de Siega Verde trasciende a su ubicación, va más allá de su concepción como destino qué ver en Salamanca. La magia de Siega Verde únicamente empieza a entenderse cuando se escucha todo lo que las piedras tienen que contar.
La historia de Siega Verde se escribe en las piedras que pueblan el terreno, se pierde en las oscuridades de noche milenarias, despierta en incontables amaneceres… Sobre las superficies de pizarra, se desperezan ciervos y antiguos caballo. Las piedras entonces se aclaran las gargantas. Tienen mucho que contar a todo aquel que tenga unos minutos para escuchar sus narraciones paleolíticas.
Los artistas que hace miles y miles de años habitaron este entorno privilegiado, situado al sur del Parque Natural de Arribes del Duero, dejaron una huella que el tiempo no ha borrado. Muchos de sus grabados se corresponden a figuras de animales, aunque también existen algunos cuyo significado todavía hoy es un misterio.
Utilizando distintas técnicas como el piqueteado, el raspado o la incisión dejaron escrito cómo eran sus vidas. Quisieron explicar a los futuros lectores de sus piedras con qué tipo de fauna convivían en la meseta castellana durante la última glaciación. Las demás representaciones aguardan, todavía mudas, a ser traducidas al lenguaje de las palabras. Del mismo modo que sucede en otros yacimientos prehistóricos de España situados al aire libre, algunos grabados son visibles con mayor claridad que otros.
El primero de estos grabados en hablar, en ser hallado, fue un caballo. La figura, sobradamente conocida por algunos pastores habituales de la zona, significó el primer indicio de todo lo que vino después. La pintura, nombrada hoy como “caballo del descubrimiento”, se anticipa a la vista del caminante. Pero junto al équido han llegado hasta nuestros días muchos otros animales. Cabras, uros, ciervos o renos de gran tamaño siguen al río Águeda sin separarse de sus orillas desde hace mucho tiempo.
Desde el descubrimiento de estos grabados, llevado a cabo por el arqueólogo Manuel Santoja en 1988, hasta la actualidad se han sucedido las sorpresas. El entonces director del Museo de Salamanca siguió la pista de aquellas pinturas, ocultas hasta ese momento para el mundo ajeno a la comarca. Los resultados de sus investigaciones fueron asombrosos: más de 400 figuras y 91 paneles realizados sobre pizarra, ahora Patrimonio de la Humanidad. Así fue como Siega Verde pasó de ser un paisaje cotidiano para los lugareños a considerarse un exponente único del arte paleolítico.
En un primer momento, el yacimiento de Siega Verde fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en el año 1998, pero el 1 de agosto de 2010 obtuvo la máxima protección por parte de la UNESCO.
Bajo su rúbrica, este rincón salmantino se hermana con el territorio vecino al otro lado de la frontera portuguesa, el Valle del Coa. Juntos conforman una de las más extensas muestras al aire libre de arte paleolítico de toda Europa, siendo Siega Verde el yacimiento más grande de la Península Ibérica. En la actualidad ambos forman parte de los “Caminos de Arte Rupestre Prehistórico” del Consejo de Europa. Además, Siega Verde ha sido el primer lugar en ostentar, desde 2018, el certificado de calidad de “Patrimonio Rupestre Europeo”.