El siglo de oro de la filosofía hispana con epicentro en Salamanca
Alberto G. Ibáñez en «Laus Hispaniae» escribe que entre 1526 —cuando Francisco de Vitoria se incorpora como catedrático de Prima Teológica en la Universidad de Salamanca— y 1617 —cuando muere Francisco Suárez, otro gigante salmantino— tiene lugar en España un suceso singular que marcará un antes y un después en el devenir del pensamiento de Occidente y de la Humanidad.
La Edad Moderna no empezó con la invención de la imprenta o con la caída del Imperio romano —como habitual e interesadamente se sostiene, incluso en «nuestros» textos escolares—, sino con el encuentro de dos mundos (1492) que lograría que el planeta tomara conciencia de sí mismo y de los dos hemisferios que lo conforman; un acontecimiento de una relevancia planetaria que no ha sido superado. Pues bien, si los barcos de Colón y Elcano produjeron la primera globalización política y económica, los filósofos de Salamanca supusieron una paralela globalización filosófica e intelectual.
Su labor emula a la de los griegos y los romanos juntos, dando pie al «origen del pensamiento moderno» (cfr. J. Pablo Perabá y J. Martínez-Pinna, Laus Hispaniae 05/2021, pp. 12-20). Deberían ser estudiados en las escuelas españolas y en las de todo el mundo, como la segunda Grecia o la nueva Atenas y Roma, pues supusieron la actualización y «revisitación» del pensamiento griego y del derecho romano y hasta de la religión católica. De hecho, a Vitoria se le conoce como el Sócrates alavés, pero nada impediría llamar, por ejemplo, a Juan de Mariana el Platón talaverano o talabricense (pues nació en Talavera de la Reina) o a Suárez el Aristóteles granadino.
Su objetivo no se limitó a realizar estudios sectoriales, sino que pretendían elaborar un «sistema» de pensamiento «universal» aplicable a todos los aspectos de la vida, de la teología al derecho, de la economía a la política, de la filosofía a la ciencia. Formarán un corpus doctrinal que dará origen al liberalismo, los derechos humanos, la idea de pueblo soberano, el derecho internacional, el derecho natural, la noción de guerra justa y la ciencia económica, con el desarrollo de ideas fundamentales sobre el dinero, el valor, el precio justo, el préstamo con interés o la inflación. Un verdadero «código moral universal» compuesto por principios que podrían ser aceptados por cualquier persona con independencia de sus creencias (o simplemente dotada de «recta razón») y que inspiraría asimismo el ideal de la Universitas Christiana propugnado por Carlos V en el siglo XVI (cfr. C. Matilla Reyes del Pulgar).
Por otra parte, aunque la Universidad de Salamanca fuera su centro neurálgico, en realidad cabe hablar de una red académica igualmente «global» que abarcaría las Universidades de Alcalá de Henares, Coimbra, Évora (que formaban parte de la monarquía hispana) e incluso Roma, así como varias universidades hermanas de la América hispana (destacando la Universidad Mayor de San Marcos en Lima y la Real y Pontificia Universidad de México) y en Filipinas la de Santo Tomás de Manila (cfr. C. Matilla Reyes, 2022). En Hispanoamérica, es digna de ser destacada la obra de Juan de Matienzo (1520-1579) o de Oñate. Solo los complejos de unos y otros han impedido que la formidable producción de las veinticinco universidades fundadas por España fuera de Europa esté todavía pendiente de un estudio adecuado.
(Fragmento del artículo publicado en el número 9 de la revista).