[La opinión de Enrique de Santiago] Hijos autistas de Dios
El próximo 2 de abril se celebrará el día internacional del autismo, un síndrome que afecta a personas en su capacidad de comunicación e interrelación con los demás, consecuencia de la cual, siendo personas con un cociente intelectual normal, o próximo a la normalidad, no pueden desarrollarse por una falta de comprensión y un defecto a la hora de procesar las situaciones. Esto les lleva a mantener actuaciones repetitivas que les comportan paz interior o reacciones histriónicas, e incluso autolesivas, que tan sólo ponen de manifiesto una profunda frustración y ansiedad por la falta de comunicación.
Sienten, aman, entienden, comprenden y se encuentran con un cristal que les impide el discernimiento o la interrelación, por lo que buscan la paz en la repetición de acciones, películas, imágenes que les producen sosiego.
Precisan comprender o predecir las acciones que se esperan de ellos, lo que no supone que no les guste el cambio, la aventura o las variaciones de acción, sino que su mente precisa comprenderlo o percibirlo como algo placentero para ellos. Son personas especialmente cariñosas, intuitivas y felices, a su modo, que se amoldan con dificultad.
En un momento concreto me dijeron que “somos los hijos autistas de Dios” y esa expresión, que me sirvió para comprender o intentar asumir determinadas creencias personales, lo cierto es que me acercó a la situación vivida por el autista. Y, así, de igual manera que no comprendemos qué se espera de nosotros, cuál es el fin u objetivo de nuestras vidas o incluso su sentido y sólo podemos intentar obtener dicha comprensión si nos consideramos incapaces de comprender el proyecto de Dios, con ello puedo comprender o intentar acercarme a la sensación que tienen las personas autistas frente a las intenciones de sus padres, ante aquello que se les pide, como comprender lo que se les pide, lo que supone cada acción carente de percepción para ellos.
Ellos no lo entienden, no comprenden qué se les pide o el objetivo que se desea, pero te siguen, confían, te dan la mano y temblorosamente se entregan y, angustiosamente, se frustran, como nos sucede ante Dios.
Te alzas a diario a su lado y luchas ante el impacto que supone sentir la muerte de un ser querido a diario, pese a despertar todos los días a tu lado, lo que significa la sensación de pasión permanente y angustia vital ante lo que supone vivir pensando que tu hijo jamás te comprenderá, no podrá tener una vida como la de otros niños, ver y disfrutar de la felicidad que él vive a la par que te trasmite al darle el beso de buenas noches un “papá yo no soy tonto” que resuena en tu cerebro cada noche, cada día, cada vez que le das un abrazo, le achuchas o disfrutas de cualquier pequeña cosa del día a día.
Padeces la incomprensión de la sociedad, la lucha contra profesionales crueles que le destrozan la educación y futuro consciente y deliberadamente por tu enfrentamiento con ellos porque se niegan a darte informes de su desarrollo, se niegan a tu colaboración y no le aplican las terapias recomendadas, sientes el rechazo de una pandilla de cobardes que temen que a sus hijos les hagan lo mismo o pretenden alcanzar presencia pese a llevar a su hijo a la piscina con fiebre y supurándoles los oídos.
Presentas la situación ante las administraciones que se posicionan con quien les resuelve un problema, pese a ser conscientes de su crueldad, y te apuñalan.
Te encuentras con instituciones e incluso jueces que prefieren esconder la cabeza, engreírse contra uno para ensalzarse ante la grey que les sostiene y fortalecerse en las administraciones que les harán alcanzar nuevos puestos o posiciones profesionales.
Te expulsan de la iglesia porque es un niño que hace ruido o corretea ante la sacristía.
Te enfrentas a propios y extraños y sólo la ayuda de algún alma caritativa, humilde y señorial que reconoce su error, comprende el daño producido, te da solución, no al problema pero sí a las consecuencias y, curiosamente, todos aquellos que te laceraron siguen tu camino, se benefician de las puertas que abriste.
Cada día del autismo, en el que se sensibiliza a la sociedad de la situación que viven los afectados y sus familias, puede servir de bálsamo relajante, pero debemos de ser conscientes de que cada afectado es distinto, que junto con el autismo pueden cursar otras patologías o problemas físicos y psíquicos que agravan la situación, por lo que la comprensión y el apoyo a los afectados y sus familias es vital día a día.
Son ángeles carentes de maldad, que sienten con una intensidad especial, que se dañan antes de hacer daño y que pueden sorprender con sus modelos de actuación, pero sólo desprenden amor y sensibilidad en un grado no sólo superior, sino distinto… son verdaderos fragmentos del espíritu de Dios.