Okey Salamanca les desea una ¡feliz Pascua de Resurrección!
En este día, el más importante del año, les invitamos a contemplar una de las tavolettas que el artista salmantino Jerónimo Prieto realizó para la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz, que abren la marcha penitencial del Santísimo Cristo de la Liberación en la madrugada del Sábado Santo. Una escena que representa el mismo instante de la Resurrección de Jesús.
El responsable del servicio diocesano de Patrimonio Artístico, Tomás Gil, analiza esta obra pictórica que concluye la serie de “Fe y Arte” dedicada al Triduo Pascual. Según este sacerdote, “Jerónimo Prieto ha querido que contemplemos qué sucedió en el interior del santo sepulcro”.
Lo primero que resalta en esta escena es el cuerpo tendido de Jesucristo, colocado “en una posición de escorzo, es decir, una postura que marca profundidad en el cuerpo de Cristo, desde los pies hacia la cabeza y situado en diagonal en el interior del sepulcro”, describe Tomás Gil.
Otro aspecto que destacar es la disposición de la sábana que cubre el cuerpo de Cristo, que “queda completamente quitada de encima de su cuerpo y pasa a ocupar la parte inferior de él”. Esto permite descubrir, a través de un pequeño pliegue que deja el descubierto, lo que se encuentra detrás: “una piedra sobre la que ha estado depositado el cuerpo de Cristo”.
El cuerpo de Jesús parece flotar en el aire. Tomás Gil recuerda el comentario del artista acerca de que “en el momento de la Resurrección el cuerpo de Cristo se eleva” porque “es atraído por el amor del Padre hacia él“, precisamente en el instante “en el que recibe la vida”. Este hecho se refleja también en el esternón, que “se hincha tomando de nuevo el aire para volver otra vez a la vida”, describe este sacerdote. Cristo retorna a la vida, “pero ya no como antes, sino que vuelve de una manera ya inmortal. Cristo resucita a esa vida inmortal”.
Así queda manifiesto también en la pequeña sombra que el artista crea bajo la sábana, “con la que adivinamos que ese cuerpo está siendo levantado por el Padre”. Porque como detalla el responsable de Patrimonio Artístico de la Diócesis de Salamanca, “al Hijo no le deja envuelto en la sábana, en el sudario, ni tampoco le deja abandonado en la oscuridad del sepulcro, de la muerte con el que se pone fin a todo, sino que el Padre interviene en la resurrección de Cristo“.
De esta manera, la piedra que cubría el sepulcro de Jesús “se está moviendo y, al moverse, se infiltra la luz. Esa luz penetra hasta el interior del sepulcro, iluminándolo e iluminando a Cristo”. Tomás Gil destaca que esa luz que marca la roca en su movimiento, “no es la luz tanto la natural del comienzo del día de la resurrección, sino que representa la luz de Dios“, aquella que dará inicio a “una nueva creación, desde la nueva humanidad en Cristo resucitado“. Según este sacerdote, esta es la visión que Jerónimo Prieto ha querido interpretar del momento de la resurrección.
La escena recoge aspectos simbólicos muy característicos de la obra de Jerónimo Prieto, como reconoce Gil, “son símbolos muy propios, inventados, creados por Él”, con los cuales “nos está queriendo comunicar cosas” que quiere que descubramos. Incluso anima a ir “más allá de lo que él ha pretendido con su obra, para que nos transmita lo que es la vida nueva de Cristo resucitado”.
Un ejemplo de ello es la sábana que cubre el cuerpo de Jesús. Para Tomás Gil, esa sábana, que cubre la piedra donde yacía Cristo, le recuerda “a la mesa del altar de la Eucaristía“. Y la sombra proyectada sobre ese mantel también le sugiere ,”la presencia de Cristo resucitado en misterio en los dones del pan y del vino, del cuerpo y de la sangre de Cristo. Por eso, “esa sombra que se proyecta, es una sombra que nos está hablando de misterio y de cómo en el pedazo de pan, en la copa de vino, a través de la consagración, se hace presente la vida de Cristo resucitado“.
Otro elemento del universo simbólico de J. Prieto que manifiesta en esta escena es la piedra redonda del sepulcro, de la que emanan los rayos de luz alrededor. Tomás Gil señala que esto también evoca “esa presencia eucarística de Cristo en el pan de la Eucaristía”. Un misterio que “vamos a contemplar y vamos a ver la presencia del Señor, durante todo este tiempo de Pascua, cuando celebremos la Eucaristía y descubramos que allí está la presencia de Cristo resucitado en medio de nosotros”.
“Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros” (Rm 8, 11)