Los castillos más imponentes de la provincia

Escribe Asun Luján en Viajes National Geographic que nuestra provincia fue en el pasado escenario de múltiples avatares históricos entre reinos fronterizos. De aquellas épocas perviven vestigios de bastiones, castillos, atalayas defensivas y fortificaciones amuralladas, cuyos densos muros de piedra pueden contar muchos secretos y sus torres guardan leyenda que hablan de otros tiempos en los que la épica era la cotidianidad. En la revista han elaborado una selección con algunos de los más imponentes.

Éstos son los de Miranda del Castañar, Villanueva del Cañedo, San Felices de los Gallegos, Ciudad Rodrigo, Béjar, Alba de Tormes, Montemayor del Río y Ledesma.

MIRANDA DE CASTAÑAR

Asomado al cauce del río Francia, el castillo de los Zúñiga de Miranda de Castañar remonta su origen a los siglos XIV y XV cuando dicen fue construido sobre una defensa anterior. Algunas teorías consideran que aquel primer recinto pudo acoger con fines hospitalarios a la legendaria Orden de los Caballeros Templarios. El castillo se asienta con contundencia en el centro histórico de esta villa tradicional de arquitectura serrana. Se conservan tramos de muralla, dado que este enclave fue cabecera de un histórico condado que era preciso defender. De su antiguo esplendor permanece la Torre del Homenaje, donde se ha instalado un mirador, y el antiguo Patio de Armas ha sido convertido en una plaza de la localidad. En el siglo XVI el recinto tuvo cierto uso palaciego, pero sin renunciar a su sobriedad. Tras su restauración, el conjunto medieval acoge el Centro de Interpretación y Recepción de Visitantes de la Reserva de la Biosfera de las Sierras de Béjar y Francia, que comparte y divulga los valores medioambientales de este enclave.

VILLANUEVA DE CAÑEDO

El castillo del pueblo de Villanueva de Cañedo, hoy en el término municipal de Topas, fue en su origen en el siglo XI un bastión fronterizo en tiempos de la Reconquista. Su construcción la impulsó el rey Juan II por iniciativa dela Casa de Alba. La carencia de orografía defensiva natural precipitó la apertura del enorme foso que lo rodeaba. En el siglo XV pasó a ser propiedad de los Reyes Católicos, que lo usaron para el avituallamiento de sus tropas antes de la toma de Toro en la guerra de sucesión de Isabel la Católica frente a Juana la Beltraneja. De fundación militar, fue conocido también con el romántico nombre del «Castillo del Buen Amor», desde que fuera la morada del obispo Alonso de Fonseca Quijada, su amante Teresa de las Cuevas y los cuatro hijos que tuvieron. Tras muchos avatares bélicos y varios propietarios, pasó a ser utilizado durante siglos como almacén agrícola, propiciando su abandono y ruina. En 1958 fue adquirido y rehabilitado para convertirlo en un alojamiento histórico donde se puede dormir como reyes rodeados de leyendas. El monumento está declarado Bien de Interés Cultural.

SAN FELICES DE LOS GALLEGOS

En esta villa del poniente salmantino se mezclan de forma armoniosa la pizarra y el granito que dominan en su arquitectura. En uno de los flancos de su monumental Plaza Mayor sobrevive una puerta-torre que formaba parte de la muralla medieval. De ella arranca la calle Toriles que asciende hasta el contundente castillo que corona la localidad. Su plata irregular se adapta al terreno irregular sobre el que se asienta. De la poderosa fortaleza, mandada construir por el rey Diones de Portugal a finales del siglo XIII, aunque su fisonomía se consolidó en el XV, se conservan el foso y la Torre del Homenaje, cuadrangular como la Plaza de Armas. También pueden verse restos de antiguos defensas que se añadieron en el siglo XVIII durante la Guerra de la Independencia. La Torre del Homenaje, culminada por un mirador, alberga el Aula Histórica de la Ruta de las Fortificaciones de Frontera de Salamanca, que propone un repaso a varios enclaves de la zona, antaño escenarios de disputas fronterizas.

CIUDAD RODRIGO

El Castillo de esta monumental ciudad salmantina, que los romanos fundaron con el nombre de Miróbriga, fue durante siglos conocido como la fortaleza de Enrique II de Trastámara porque fue este rey castellano quien lo mandó erigir el siglo XIV sobre un bastión anterior de tiempos de Fernando II de León (siglo XII). El perfil del castillo de Ciudad Rodrigo se atisba desde la lejanía, cuando su mole sobresale por encima de las murallas y el resto del conjunto monumental. En la actualidad acoge un Parador de Turismo en el que, aunque no se esté alojado, se puede entrar para subir al mirador que corona su Torre del Homenaje y también para caminar por sus jardines. Todo el recinto fortificado se desarrolla alrededor de esta atalaya de 17 m de ancho y dos pisos de altura que corona una terraza desde la que se contempla Ciudad Rodrigo, el cauce del río Águeda y un paseo de adarve que recorre su extensa muralla, cruza puentes y descubre baluartes. En temporada alta se organizan visitas teatralizadas por el castillo y el núcleo histórico.

BÉJAR

El Palacio de los Duques que preside la localidad salmantina de Béjar tiene sus orígenes y muchos elementos de su fundación como castillo del siglo XIII, cuando se levantó para proteger la frontera con el reino de León. La construcción original se asentaba en lo que hoy es una explanada de la parte alta de este pueblo monumental. De planta rectangular y con torres en los ángulos se debió erigir al tiempo de las murallas, cuando empezó la repoblación cristiana de esta comarca. Destaca su patio central del siglo XVI, que conserva la decoración de doble arquería con columnas y el escudo de los Zúñiga, y una escalinata renacentista. Su aspecto actual palaciego se debe a Francisco de Zúñiga y Sotomayor, duque de Béjar y de Plasencia, quien lo reconstruyó en la misma época que el jardín románico El Bosque (siglo XVI), que se puede visitar en esta localidad. Incluye una Cámara Oscura que fue inaugurada en 2011, y que es un artilugio óptico que traslada las imágenes del exterior al interior. El monumento está declarado Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España.

ALBA DE TORMES

Del antiguo castillo de Alba de Tormes sólo se preserva la Torre del Homenaje, pero es tan imponente y se hallan en tan buen estado, que su visita sigue siendo recomendable. Formaba parte del Castillo de los Duques de Alba, cuyo origen se remonta al siglo XII cuando el rey Fernando II de León mandó crear una sencilla atalaya que, cien años después fortificó con un castillo a su alrededor Sancho IV de Castilla. El interior del torreón la visita muestra salas de interés histórico y artístico como la que conversa pinturas murales de la batalla de Mühlberg de 1547, entre las tropas de Carlos V y las fuerzas de la Liga Esmarcalda, formada por príncipes y nobles protestantes.

MONTEMAYOR DEL RÍO

En esta localidad salmantina, situada en la comarca natural de la Sierra de Béjar, se alza un imponente castillo hoy conocido como de San Vicente. Fue enclavado sobre una loma con una posición estratégica desde la que se controlaba el paso de viajeros y mercancías por la Vía de la Plata, que fundaron los romanos y estuvo activa hasta la Edad Media; hoy es uno de los itinerarios históricos y senderistas más famosos de la Península. El castillo, de aspecto inexpugnable, fue perdiendo con el paso del tiempo su sobriedad militar que dio paso a un recinto palaciego, aunque conservando las murallas, que cuenta con puertas y un puente defensivo. El recinto está reforzado con dos torres redondas y cuatro cuadradas, entre las que destaca la del Homenaje. Recientemente restaurado, el castillo está declarado Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico de España. En su interior hay instalado un Centro de Interpretación del Medievo, y en las afueras del pueblo otro dedicado a los castaños que abundan en los alrededores. La fortificación sólo se recorre con visitas guiadas.

LEDESMA

La fortaleza de Ledesma se construyó en lo más alto de esta villa, adosada a la muralla con el fin de proteger la orografía que el río dejaba al descubierto. Sus cimientos se remontan a tiempos de Fernando II de León (siglo XII), de cuando se conserva la puerta de entrada con arco apuntado. El aspecto que pervive se lo dio el primer conde de Ledesma, Beltrán de la Cueva, en el siglo XV. De planta trapezoidal, el monumento se alza contundente, apoyado sobre un sólido pedestal de roca granítica, con sus torres cuadradas y redondas protegiendo los extremos.