El pueblo abandonado, en una península y sobre un embalse, que recibe 50.000 visitas al año

Publica ABC la recomendación de viajar a esta zona de Extremadura. La carretera de Zarza de Granadilla (Cáceres) a nuestro destino -solo les separan once kilómetros- suele estar vacía un día de invierno entre semana. Los paisanos se aburrirían si pasaran el día contando coches. Más allá del parabrisas, casi se siente la escarcha y a veces la niebla. Dan ganas de pisar el freno y pasear y respirar entre los pinares, en la dehesa. Una manada de ciervos mira con desconfianza el artefacto mecánico que circula demasiado cerca para su tranquilidad. En otoño, este es un destino de berrea. Ahora, en cualquier momento, Granadilla, el pueblo abandonado, es un destino de belleza inesperada.

La villa de Granadilla tenía 1.124 habitantes en 1959. Fue entonces cuando empezó el gran éxodo de la población ante la construcción de lo que sería el embalse de Gabriel y Galán, que pronto iba a inundar este y otros términos municipales cercanos. Un año después, en 1960, solo quedaban la mitad de los vecinos, 486. Y en 1961 empezó a llegar el agua, que nunca terminó de cubrir el pueblo. Granadilla se convirtió en una península en 1965, tal como la vemos hoy, con el pueblo amurallado, con el embalse a sus pies.

Dicen los vecinos que las expropiaciones se liquidaron muy por debajo del valor real, que el abono no se hizo hasta una década después, en los años 70, y que entre tanto tuvieron que pagar rentas a la Confederación Hidrográfica del Tajo por cultivar sus propias tierras. A día de hoy aún se ve algún vecino que acude a su huerto a pasar el día.

Granadilla es un pueblo medieval fundado por los musulmanes alrededor del siglo IX. Tras varios siglos de dominación, el enclave fue conquistado por Fernando II de León, quien la declaró villa en 1170 (entonces se llamaba Granada). De aquella época es la muralla (924 metros), una construcción casi circular, o elíptica, en argamasa y pizarra, que fue ampliada en siglos posteriores y restaurada en los años 80 del siglo XX. La altura media es de unos siete metros, aunque varía según el terreno, y el espesor es de unos tres.

El pueblo pasó por diferentes manos -de Alfonso X al infante Don Pedro; de Alfonso XI al infante Don Sancho- hasta que a mediados del siglo XV llegó la Casa de Alba, que lo conservó durante más de cuatro siglos. De hecho, el castillo procede de la época de Fernán Álvarez de Toledo y de su sucesor, García Álvarez de Toledo, en el siglo XV. No hay certeza sobre la fecha exacta de construcción. Ahora se puede subir hasta la torre, desde donde la vista es un lujo: el pueblo entero (incluida la iglesia parroquial de la Asunción, del siglo XVI), la muralla, el agua como telón de fondo.

Desde 1980, Granadilla es Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Histórico, lo que asegura la protección de todo el conjunto intramuros, incluyendo el castillo y la muralla, y una ‘zona de respeto’ de 80 metros alrededor del perímetro de la zona anterior.

En 1984 fue incluido en el programa de ‘Recuperación y utilización educativa de pueblos abandonados’. Escolares de distintos puntos de España acuden allí en verano o periodos de vacaciones para conocer esta historia, y para colaborar en la reconstrucción y conservación del pueblo.

La visita requiere al menos un par de horas. Solo el paseo por la muralla (se puede recorrer a pie casi por completo, tras la restauración) exige un tiempo. En la calle principal están las casas mejor conservadas y recuperadas. Y la torre del castillo, por último, también invita a una observación en calma.

A Granadilla acuden unas 50.000 personas al año, según las estimaciones oficiales. A pesar de estar abandonado, tiene horarios de visita, que es gratuita. De 10.00 a 13.30 y de 16.00 a 20.00 horas de abril a octubre, y de 16.00 a 18.00 horas de noviembre a marzo. Los lunes está cerrado.

Cerca, a media hora, está Hervás, que puede completar un gran día de excursión con una visita a su judería.