Belén napolitano en La Salina
Aunque el primer dato histórico de la representación plástica del Belén se remonta al siglo XIII, alcanza su momento de máximo esplendor en el siglo XVIII en el reino de las Dos Sicilias, donde logra desbordar el ámbito de lo religioso para instalarse en la Corte y los hogares de la nobleza y la alta burguesía, adquiriendo una original personalidad.
El belén napolitano se distingue de otras manifestaciones similares por su espectacularidad y riqueza escenográfica, conseguidas gracias a la actividad de muy diversos artistas y artesanos (arquitectos, escultores, pintores, plateros, ceramistas, sastres…) que lograron reproducir la vida popular y cotidiana de la ciudad de Nápoles como argumento básico para acompañar el acontecimiento histórico de la Natividad de Jesús.
El mercado, la hostería, los vendedores ambulantes, los mendigos, la taberna, los diversos oficios, el pastoreo, el cortejo real y todo aquello que estaba al alcance de la cotidiano o de la fantasía tenía su lugar en los pesebres napolitanos, y se desarrollaba parejo al hecho religioso del Nacimiento. Éste quedaba integrado, como una escena más, en el bullicio urbano, aunque sus figuras protagonistas, envueltas en una espectacular catarata angélica, sean las que terminen por atraer más la atención del espectador.
Las figuras humanas están realizadas siguiendo una técnica que mezcla diversos materiales: el cuerpo y el inicio de las extremidades se forman a partir de un flexible armazón de alambre forrado de estopa que permite variar la posición de las figuras. A este núcleo se añaden piernas y brazos tallados en madera. La cabeza, realizada en barro cocido, confiere el carácter al personaje y necesita de una labor más delicada que suele encomendarse a importantes escultores.
La búsqueda de verosimilitud condiciona la minuciosidad con la que son policromadas estas piezas, la incorporación de ojos de cristal y, sobre todo, el cuidado con el que se diseñan y realizan las vestimentas y los accesorios que definen el papel de cada figura en el conjunto.
Junto con los distintos personajes, los animales son protagonistas indispensables de este universo belenístico y su realización lleva emparejado un cuidado proceso basado en la copia directa del natural, muchas veces en manos de artistas especializados.
La puesta en escena final necesita un número importante de accesorios realizados en barro, cera, plata, ébano, marfil, hueso y cristal, elementos indispensables para lograr la riqueza y suntuosidad del conjunto.