Santa Teresa de Jesús

“Pues una víspera de Todos los Santos, el año que queda dicho (1570), a mediodía, llegamos a la ciudad de Salamanca”. Así relata Santa Teresa de Jesús su séptima fundación en el Libro de las Fundaciones. La del Monasterio de San José, que como ella misma reconoce, “fue el primero que fundé sin poner el Santísimo Sacramento”, porque la primera casa en la que vivieron no era de su propiedad. En la actualidad, este inmueble es la casa de Santa Teresa, propiedad de las Siervas de San José, y allí permanecieron cerca de tres años.

En el capítulo XIX del Libro de las Fundaciones recoge que era una casa “muy grande y con muchos desvanes”. Las primeras noches las pasaron en uno de estos espacios, donde tenían paja, “que era lo primero que yo proveía para fundar la casa; porque teniéndolo, no nos faltaba cama”, apuntaba Santa Teresa. Y se arroparon con dos mantas prestadas por las hermanas del convento de Las Isabeles, “nos hicieron buenas obras y limosnas”, reconocía la Doctora de la Iglesia.

La fundación del Carmelo de San José de Salamanca tuvo lugar el 1 de noviembre de 1570, con la presencia de siete hermanas: María de Cristo (Medina), Jerónima del Sacramento (Valladolid), Ana de Jesús (Ávila), Juana de Jesús (Ávila), María de San Francisco (Ávila), María del Sacramento (Ávila), y la prima de Santa Teresa, y primera priora, Ana de la Encarnación (Ávila).

Finalmente, dejaron esa casa, porque como también reflejó en su libro, “era húmeda y muy fría, que como era tan grande, no se podía reparar; y lo peor, que no tenían Santísimo Sacramento”.

De Salamanca a la fundación en Alba de Tormes

Según relata una de las hermanas carmelitas que en la actualidad viven en la comunidad de Cabrerizos, María Teresa, “Santa Teresa se fue a fundar a Alba de Tormes apenas unos meses después, pero regresó a Salamanca al tener que dejar la casa de Crespo Rascón y buscar una nueva”, subraya. Y como admite, las hermanas estuvieron algunos años “de tumbo en tumbo” por varios inmuebles de la ciudad. En el segundo de ellos, frente al convento de la Madre de Dios, pudo la fundadora colocar el Santísimo Sacramento, un 29 de septiembre, día de San Miguel. También se recoge en el Libro de Fundaciones, que Santa Teresa llegó a vivir en el Palacio de Monterrey, “y obró en él un gran milagro”.

En el actual monasterio conservan una de las cartas que escribió la Santa a su prima, la priora de Salamanca, Ana de la Encarnación, así como los dos primeros cuadros que compró para esta octava fundación con los pocos maravedíes que le quedaban, “que pensaba que iban a servir de ayuda para la oración de las hermanas, que no son de gran valor artístico, pero mucho como sentimiento teresiano”, confirma la hermana María Teresa. Se trata de un Ecce Homo y una Piedad, que conservan en la sala capitular del monasterio de Cabrerizos.

Antes de trasladarse a este municipio cercano a la capital, lejos del bullicio de la ciudad, su última morada desde 1614 a 1968 fue en el paseo de Carmelitas (antigua avenida de Alemania), que abrió sus puertas justo 37 años después de la fundación en la Casa de Santa Teresa. La hermana María Teresa confirma que tuvieron que irse de allí porque la ciudad creció y había muchísimo ruido, “y la casa estaba vieja y no podíamos costear una reparación importante que necesitaba”. Fue cuando encontraron su lugar en una finca de Cabrerizos, frente al paraje conocido de La Flecha, lugar de retiro de Fray Luis de León.

400 años después de su fundación

La inauguración del nuevo emplazamiento del monasterio tuvo lugar 400 años después de su fundación, el 1 de noviembre de 1970. En 2020 han celebrado su cincuenta aniversario. Como la hermana María Teresa reconoce, la actual comunidad está formada por 25 carmelitas, de entre 49 y 98 años. Al ser una de las ocho sedes jubilares de la Diócesis de Salamanca, desde el 29 de octubre que abrió su puerta santa, han sido numerosos los grupos de peregrinos que han llegado hasta ese lugar.

Allí se custodian varias reliquias de Santa Teresa. Además de los dos cuadros que ella compró en la fundación del monasterio, también tienen el arca donde reposó su cuerpo los primeros años tras su fallecimiento, que llevó hasta este monasterio Ana de Jesús, la primera novicia que tuvieron tras el inicio de estas Carmelitas Descalzas. De ella también se conserva una capa que fue de la Madre fundadora y le intercambió por el suyo que estaba muy deteriorado. Las hermanas carmelitas también guardan con mimo la pequeña botellita o ampolla en la que llevaba encima el agua bendita en sus fundaciones, “es de latón”.