El pueblo más bonito de España según National Geographic

Los expertos de esta revista han seleccionado estos enclaves rurales de nuestra geografía imprescindibles para una escapada y que esconden, en su pequeño tamaño, grandes historias.

El número 1 para la prestigiosa National Geographic es el pueblo de La Alberca, del que escriben que a cobijo del Parque Nacional de Las Batuecas, el santuario mariano Virgen de la Peña vigila, desde lo alto de un pico, el pueblo salmantino. El laberinto de calles angostas y empedradas que dibuja el entramado urbano es el escenario donde vive suelto, entre el 13 de junio y el 17 de enero (San Antón), un cerdo que es alimentado por los alberqueños, y que se sortea de forma benéfica en la segunda fecha. En algunas calles el sol apenas llega al suelo, pues los pisos superiores de las casas serranas sobresalen más que los inferiores, como si pretendieran tocarse.

El centro neurálgico de esta localidad es la plaza Mayor. Las columnas de granito sustentan los pórticos sobre los que se levantan las casas, cuyos balcones de forja lucen los alegres colores de los geranios cuando el temporada lo permite. Bajo ellas, se instalaba el mercado. Ahora se degusta embutido ibérico en los restaurantes en los que se han transformado.

Algunos llevan años en el foco turístico, unos pocos siguen siendo secretos muy bien guardados, otros son algunos de los pueblos más curiosos de España; pero todos reivindican su interés más allá de sus pequeñas dimensiones. Su historia, su arquitectura o su comunión con la naturaleza, los convierte en maravillas en miniatura. Esta selección es un viaje por la España rural y por sus principales pueblos, donde encontrar lugares Patrimonio de la Humanidad y degustar algunos de los principales platos de nuestra gastronomía.

En el puesto 79º seleccionan la localidad de Mogarraz, de la que afirman que a finales de los años 60, Alejandro Martín, alcalde de esta localidad salmantina, creó un archivo fotográfico de todos los vecinos del pueblo que no habían emigrado a la ciudad, en una época en que la industrialización tomaba el protagonismo frente a la vida rural. El objetivo era que estos pudieran formalizar su documento de identidad. Pocos podían imaginar que, 50 años más tarde, aquel archivo convertiría a Mogarraz en «el pueblo de las mil caras» gracias a la obra de un artista local. Florencio Maíllo recuperó las fotografías del antiguo alcalde y las reprodujo a gran tamaño, fijándolas en las fachadas donde vivían sus antiguos propietarios.

Debido al aislamiento que proporcionan los bosques que la circundan, en Mogarraz uno tiene la sensación de que aquí se detuvo la historia. Sus tradiciones siguen vivas en la confección de joyas artesanales y en sus bordados y trajes típicos. Durante las fiestas patronales, los mogarreños los exhiben orgullosos en sus balcones. Es posible conocer su técnica, su historia y algunos de los mejores ejemplares en La Casa de las Artesanías, el museo etnográfico del pueblo. Plácido y sosegado, Mogarraz aguarda a los visitantes. Las casas serranas con entramados de madera, piedra y adobe seguirán ocupando su lugar impasibles al transcurso del tiempo.