El Servicio diocesano de Pastoral Penitenciaria organizó este sábado una jornada diocesana en la Casa de la Iglesia en la que hablaron de una de las periferias existenciales de nuestro mundo: la cárcel, y la labor de acompañamiento que realizan desde este servicio con las personas privadas de libertad.
Emiliano Tapia es el director de este servicio diocesano y capellán del Centro Penitenciario de Topas. Una labor que viene desempeñando desde 1994 y que le ha permitido conocer de cerca el mundo de la prisión y su entorno, un espacio donde también se encarna el Evangelio de Jesús. Este sacerdote reconoce que la realidad de la prisión se ve “muy lejana”, tanto por la “sociedad como en la propia Iglesia”.
“Es verdad que la realidad de la cárcel está a unos treinta kilómetros de la ciudad, pero también es cierto que hay muchas familias, barrios, parroquias y espacios que sabemos de personas que están relacionadas con el mundo de la prisión”, matiza.
Acompañando personas privadas de libertad”, es el lema de la jornada que han propuesto para dar visibilidad al mundo penitenciario “desde la perspectiva que nos lleva a estar en la cárcel, desde la mirada evangélica que hacemos a las personas privadas de libertad”. Ese es objetivo del encuentro de este sábado como explica Emiliano Tapia.
Tapia sostiene que actualmente “una de las realidades de mayor empobrecimiento en nuestra sociedad son las personas que están privadas de libertad”, por ello, en esta jornada “queremos mirar desde Jesús de Nazaret, cómo hacía, cómo contemplaba, cómo acompañaba y miraba a las personas que se encontró en los cruces de camino de Galilea” y que eran “sobre todo empobrecidas”. Sobre ello habló el capellán de la cárcel de Navalcarnero, Francisco Javier Sánchez.
Y finalmente, tras la comida, el equipo de la Pastoral Penitenciaria expuso la labor que llevan a cabo “cómo cuidamos esta parcela tan importante en nombre del evangelio y en nombre de la Diócesis, cómo lo hacemos, qué preocupaciones tenemos, cómo podemos colaborar,…”, detalla Tapia.
En la actualidad ocho personas integran el equipo del Servicio diocesano de Pastoral Penitenciaria, entre el capellán y los voluntarios. Su misión no es sólo acompañar a las personas privadas de libertad y a sus familias, su presencia continúa también después de la cárcel, como indica Emiliano Tapia.
El responsable del Servicio diocesano de Pastoral Penitenciaria concreta los objetivos fundamentales de su tarea, que son “acompañar en la dimensión religiosa, en la jurídica y en la social, que todo ser humano puede encontrar cuando vemos y cuando miramos la realidad de la cárcel”.
Dentro de la cárcel se hace un proceso con cada persona. “Un acompañamiento que hacemos, en primer lugar, escuchando, porque es necesario ver y escuchar y lo que acontece dentro de cada una de esas personas y en el propio colectivo”.
En segundo lugar, este acompañamiento les lleva a que en distintos momentos existan grupos de reflexión dentro del propio centro penitenciario “donde compartimos, donde nos ayudamos en esas tres dimensiones (religiosa, jurídica y social), cómo la vivimos unos y otras, porque al final la cárcel no es más que el reflejo de lo que estamos viviendo y contemplando en nuestra propia sociedad”.
Una tercera acción es toda la dimensión celebrativa de la fe, “con la celebración de la eucaristía los fines de semana, de algún sacramento si llegara el momento,… “, y que se realizan en pequeños grupos “con los que vamos celebrando y ofreciendo la posibilidad de vivir esa experiencia de fe”. Emiliano Tapia comenta que estos encuentros son abiertos a todos “algunos son cristianos, otros son islámicos, incluso gente que con buena voluntad que se acerca a celebrar la eucaristía”.
En cuarto lugar, el acompañamiento les lleva a apoyar también a personas que pueden disfrutar de un permiso “y que a lo mejor no tienen el apoyo de su familia ni de ningún colectivo”.
Y por último, en quinto lugar, el proceso que realizan con las personas que dejan atrás la cárcel y se enfrentan a una nueva realidad de cara a su reinserción en la sociedad. Es en la casa de acogida que tienen en el barrio de Buenos Aires junto a la parroquia de Santa María de Nazaret, donde les ofrecen nuevas posibilidades “porque solos no pueden ir a ninguna parte. Es necesario estas referencias comunitarias y en eso hacemos un esfuerzo importante, a través de la asociación que tenemos y desde donde trabajamos la Pastoral penitenciaria”, recuerda Tapia.