Luces y sombras de Julián Sánchez «El Charro»: la crueldad del guerrillero español que aterrorizó a Napoleón

Cuenta ABC que un año antes de comenzar la invasión de España, Napoleón Bonaparte lo tenía claro: «Es un juego de niños, esa gente no sabe lo que es un ejército francés. Créame, será rápido», aseguró el emperador francés a sus generales, en el otoño de 1807, embriagado por los triunfos que había obtenido en Europa. A continuación engañó al primer ministro español, Manuel Godoy, para que firmara el Tratado de Fontainebleau. A través de él obtuvo el permiso del Rey para atravesar la península con más de 110.000 soldados con el objetivo de conquistar Portugal… o eso le hizo creer a Fernando VII.

A su paso por la península, los franceses intentaron conquistar las ciudades españolas que encontraban a su paso. En los años anteriores, Napoleón había protagonizado una serie de deslumbrantes hazañas militares en Italia, Francia y Egipto, había sido coronado en Notre Dame y continuado su asombrosa cadena de victorias en Austerlitz, Jena y Friedland. ¿Qué podía salir mal en España? ¿Quién le podría impedir al dueño del continente hacerse con el último país antes de encontrarse con África? La respuesta: el pueblo.

La resistencia de los españoles de a pie ante el invasor francés quedó clara poco después del 24 de marzo de 1808, cuando Fernando VII hacía su entrada en la capital por la Puerta de Atocha. Las calles de Madrid, con las tropas de Napoleón recluidas en la gran ciudad que construyeron en el parque de El Retiro, se mantuvieron relativamente tranquilas en las próximas semanas. Durante ese tiempo, los soldados galos pudieron pasearse a sus anchas por la capital sin muchos problemas.