[La opinión de Enrique de Santiago] Abonos de renfe
Tenemos una mala costumbre, en España, de confundir los términos, de destrozar los conceptos y de manipular la realidad y, así, nos hemos empeñado en pedir servicios públicos “gratis”.
Se nos llena la boca con que tenemos una sanidad, una educación, un transporte, etc “gratis”, pero… perdona: “¡y una mierda!”, de gratis nada, que nos cuestan mucho más de lo que imaginamos, mucho más de la que debiera y mucho más de lo que nos sirven.
Tenemos una sanidad destruida, pues ni era tan buena, ni era tan fuerte, y ni muchísimo menos era “gratis”, que nos cuesta muchísimo dinero, muchas veces injustificado.
Podría hacer una referencia a cada servicio público “gratis” y comprobar que nos cuestan demasiado, pero con referencia a los denominados “abonos de renfe gratis” te ecuentras con que, además de resultar excesivamente onerosos, sirven para que los mal utilicemos destrozando el servicio e impidiendo un uso útil del mismo.
Se facilita el transporte público sin tener que abonar cada billete, lo que ha provocado que, a la hora de la verdad, no exista la posibilidad de obtener un billete por estar todos copados y sin usar en muchísimas ocasiones pues, como es “gratis”, siempre hay un gracioso, o grupo de graciosos, que reserva las plazas de todos los días en todos los trenes, consciente de que no los usarán, pero …. “como es gratis”; con lo que, aquellos que precisan ese transporte, por necesidades reales, se encuentran impedidos de usarlo y tienen que buscar alternativas mucho más caras, más molestas o simplemente no poder viajar.
Con este modo de actuar, se está destrozando el servicio que se presta sin que sea optimizado por nadie, que cuesta muchísimo dinero y que no acerca a nadie a ningún sitio, impidiendo a la vez que aquellos que lo precisan y lo necesitan se vean privados de él; es decir, una medida pensada para facilitar la movilidad, no sólo no cumple el objetivo que se proponía, sino que incluso lo perjudica, pero como se vende como una medida “progresista” que acerca los servicios al ciudadano que, por otra parte, si no lo sufre, ni se lo plantea, pues nada, a seguir haciendo el estúpido y tirando el dinero del contribuyente que, como dijo una ministra socialista, “no es de nadie”, pues nada, a tirarlo hasta que ese “nadie” se de cuenta de que les están vendiendo una “burra coja”.
Lo grave es que se sabe que ese modelo está ocasionando daño y no beneficia a nadie, pero como se vende “progresía” no se toca o se hacen cambios estéticos que no resuelven el problema, cuando sería tan sencillo como que, en lugar de ese “gratis” falaz, hubiera que pagar una suma mínima que impidiese la reserva masiva e irreal para que, aquellos que efectivamente lo usan de forma adecuada, pudiesen verse beneficiados por la ayuda, o facilitación de ese transporte, por importes mucho menos gravosos.
Puedo llegar a comprender que, por ejemplo, un viaje de Salamanca a Madrid, o viceversa, en fin de semana llene los trenes, pero que a diario ese mismo viaje aparezca como cubierto todos los días desde el mismo momento que se puede utilizar el abono, no parece sostenible ni creíble, como despúes se revela en la ocupación efectiva de los trayectos y contrasta con la ocupación que tenían los mismos antes de la aplicación del abono.
Los que hacen uso de esos bonos por motivos laborales y que eran unos de los máximos beneficiarios de la idea, se convierten, por arte del “gratis” irreal y de la mala educación de la población, en los perjudicados de la medida, pues se ven impedidos de hacer uso de ellos, generándoles unos problemas importantes y una pérdida efectiva de ingresos por tener que asumir aún más gasto que con antelación a la medida concreta.
Renfe y el transporte no es un servicio público gratuito y debería de decirse cuál es el coste económico real de cada trayecto, cuánto asumimos todos y así, prestándose con cargo al erario público, poder asumir ese “gratis” con responsabilidad y conscientes de que, cuando no hacemos ese uso de forma correcta, nos convertimos en corruptos que se apropian o despilfarran el dinero y las prestaciones de todos.
Cada vez que reservo una plaza que no se ocupará por quien la precisa, consciente de que no la voy a usar, estoy robando el sitio de quien lo necesita, estoy robando la ilusión a ese muchacho que quiere ver a sus padres y no pude, estoy robando la felicidad del anciano que desea trasladarse a ver a la familia, estoy robando el futuro al que se desplaza por trabajo, estoy robando a los vecinos el dinero que se gastan en esa inútil reserva, estoy robando a Renfe que está gastando el material y las prestaciones para no recibirlas nadie…. ¿Quién es más corrupto, el político que consciente de todo presenta la idea como un avance consciente de la mentira o el ciudadano que despilfarra el dinero de todos?
Exijamos decencia a nuestros políticos, pero seamos decentes nosotros mismos y apliquemos las mismas medidas a todos para evitar vivir en la “ponzoña”.