Doctores ligados para siempre a las paredes de la Universidad
Alberto Pérez escribe en el diario El Mundo que ser Doctor en Salamanca no es solo un importante valor académico, también un orgullo para quien consigue ser parte de la piedra histórica de las dos Universidades charras. Vítores que llaman la atención de los visitantes y que son el resultado de una larguísima tradición.
Es una de las primeras cosas que te pregunta un turista. ¿Qué significado tiene esa ‘V’ roja que decora la piedra de la Universidad y por qué está ahí? Podrían preguntárselo a alguno de sus protagonistas. Hay bastantes que ya no pueden contestar como Adolfo Suárez, Tierno Galván o Francisco Tomás y Valiente, pero su legado perdura de generación en generación a los ojos del edificio histórico junto al Rectorado de la Universidad de Salamanca. ‘La concordia fue posible’ acompaña al vítor del primer presidente de la democracia. También los hay que disfrutan de cuerpo presente de esa honra por el trabajo realizado como el actual presidente de la República portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa. Es la culminación en unos casos de su trayectoria, de su eminencia y en otros de su doctorado, de su defensa pública y posterior título académico. Un honor al que hay que remontarse cientos de años donde la exclusividad lo hacía aún más valioso.
Lo suele explicar Amparo Rodríguez, guía turística en la Pontificia, a los muchos visitantes que recibe: «En aquel momento los exámenes se realizaban en la Catedral Vieja y los estudiantes salían por la puerta grande (literal). Los honores no terminaban allí, invitaban a todo el pueblo a un festejo taurino como reconocimiento y con sangre de toro se firmaba el símbolo de la victoria en distintas formas y en sus lugares de residencia o estudios». Sin ir más lejos hay vítores en la Catedral de Ciudad Rodrigo dado que los clérigos tenían esa procedencia, pese a que allí no se estudiaba. Se conservan algunos que se remontan en el tiempo a 300 años atrás.
El vítor era y es el símbolo de la victoria, una ‘v’ sobre la palabra víctor pero que procedente del latín vítor lo lleva a la denominación popular de vítores. «Una de las formas más conocidas recuerda al ‘Papa Luna’ (Benedicto XIII) con una ‘c’ hacia abajo que simboliza una media luna. En la escalera de entrada del edificio histórico pontificio solo figuran obispos y arzobispos que se han doctorado aquí junto al nombre de la diócesis que han ocupado». Rodríguez suele detenerse en nombres tan conocidos como el de Rouco Varela, Elías Yanes o José María Setién. En el hermoso patio barroco donde Woody Allen amenizó al público con su concierto de clarinete, se rodea el conjunto con otros nombres de doctores, algunos de ellos anónimos. Entre los muchos visitantes una cara conocida, la de la periodista de Movistar Cristina Bea que quedó impactada «primero por el diseño, por la variedad de formas que lo hacía tan especial con los nombres de los estudiantes. Te retrotraen a esa época y a la importancia que tiene la Universidad en Salamanca. Ves el orgullo reflejado en esas pinturas, en esas paredes».
El historiador y periodista, Toni Padilla, define con exactitud el sentimiento que provocan: «Es como estar delante de una puerta a la historia. Te conecta con el pasado glorioso de la ciudad y piensas cómo fue la vida de aquel doctor. De alguna forma queda unido con todas las generaciones que han pasado por la ciudad». Padilla da un paso más, la de la vida de las paredes «que hablan porque le dan valor a tantos años de trabajo y son tradiciones que se deberían perpetuar. Defiendo los grafitis bellos que mejoran paredes grises de nuestros barrios y defiendo estos vítores, sobre piedra, que le dan vida a los muros».
Si hay algo que en Salamanca se cuida es la historia y la tradición, también en la artesanía de los vítores. La familia Gómez Blanco es la encargada de pintarlos desde hace dos generaciones. Valentín Gómez García, conocido popularmente como Tini, se afana en su plasmación como antes hizo su abuelo Jacinto y después su padre, Emilio Gómez Marcos. Una tradición que podría no terminar con él: «Estoy intentando que mi hija continúe nuestro legado y que siga el mismo proceso que yo seguí. Me encantaría, aunque ella está estudiando Educación. Mi padre me llevaba a Filología para que empezara a hacer trazadas, lo difícil era cosa suya. Después me traía piedra para que practicara rotulando y haciendo modelos. Desde los 18 años ya empecé a trabajar con la pintura». Y es que la sangre de toro se transformó después en pintura con óxido de hierro, pimentón y aceite de oliva. El pimentón le daba ese aspecto rozijo «aunque también he pintado con sangre de ternera», asegura Tini.
Los vítores forman parte de la arquitectura salmantina y aún hoy se descubren algunos que no se conocían. Por ejemplo en la Casa de las Conchas donde se hizo una limpieza y tras salir la primera capa asignada se apreciaron varios impregnados en la piedra. Si volvemos a la Catedral podríamos recordar que el caudillo, Francisco Franco, y el general Primo de Rivera figuraban a los lados de lo que hoy es el astronauta tallado en la restauración de la fachada. La democracia borró ese recuerdo.
Hablando de borrar, al limpiar la fachada de la residencia Hernán Cortés se borraron 53 vítores. Trabajo laborioso para Tini: «El arquitecto de obra me dio un CD con las fotos y los pinté como un calco». Un empeño con cierto riesgo, pero por suerte sin accidentes. En ocasiones ha necesitado subir 14 metros para pintar. También hay casos especiales como el de UNICEF, que defiende los derechos de los más pequeños y cuenta con su vítor en la institución académica viva más antigua de nuestro país.
Las cosas han cambiado mucho. Antes se pintaban unos 20 vítores al año, ahora se puede llegar a unos 150. El nuevo doctor solo tiene que pedir la autorización y abonar los 100 euros del trabajo. El proceso puede llevarle unas dos horas y media, y todo va a mano (lapicero y regla) como muestra de un trabajo verdaderamente artesanal. Entonces ya solo queda encontrar sitio, que no es fácil: «Depende de cada Facultad. En Filología han tenido que habilitar una pared entera. En febrero pinté allí 34 y otros 25-30 en una pared nueva en Derecho. En Ciencias Sociales se pinta también debajo de los balcones y hay opción de buscar más altura, cosa que en Filología no es posible porque no se permite subir más allá de dos metros».
Esa peculiaridad influye incluso en el modelo de los vítores donde se pueden apreciar distintas formas según la libertad que cada una permita. Puedes encontrarte desde un Quijote, un piano, pentagramas o la referencia a un país extranjero en Geografía e Historia donde se da más manga ancha. Otras Facultades son más tradicionales. En Anaya solo se permiten seis modelos.
De lo que no se libra la tradición es de la picaresca. Todo el mundo quiere formar parte de la belleza imponente de las dos universidades salmantinas aunque sea sin cumplir los requisitos: «Hay quien me ha contactado para que les pintara pero sin doctorarse en alguna de las dos Universidades. Eso es imprescindible. Puedes estudiar en otro lugar, pero tu doctorado tiene que hacerse aquí para que sea aceptado». Normalmente desde la petición pasan unos seis meses hasta que la Universidad pone la piedra, concede el vítor y Tini empieza a trabajar. Hay Facultades como Enfermería que han de pagar la piedra porque su construcción es moderna y tienen que forrar una pared.
En los países iberoamericanos se aprecia mucho esta tradición. Hasta el punto de que Ignacio Berdugo, antiguo Rector de la Universidad de Salamanca, quiso llevarse al pintor a Colombia. Finalmente encontraron una solución intermedia: un frasco pequeño con el pigmento y cuya mezcla permitía reflejar hasta cuatro vítores.
Nada mejor que un vítor representa la tradición, la historia, la cuna académica de las dos universidades salmantinas. Ese orgullo de decorarlas impulsa a los nuevos doctores a ver su esfuerzo sobre la piedra clásica. Y si es posible, quedar ahí hasta la eternidad.