Santa Teresa de Jesús

Murió hace 440 años en Alba de Tormes en la noche del 4 al 15 de octubre de 1582. Fundadora de la Orden de Carmelitas, mística y escritora española. Su nombre secular fue Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada. Fue beatificada en 1614 (a poco más de treinta años de su muerte), canonizada en 1622 y proclamada doctora de la Iglesia católica en 1970 durante el pontificado de Pablo VI.

Junto con san Juan de la Cruz, se la considera la cumbre de la mística experimental cristiana​ y una de las grandes maestras de la vida espiritual de la Iglesia.

Su padre, Alonso Sánchez de Cepeda, ya tenía relación con Salamanca ya que venía de vez en cuando al tener negocios con Alonso de Fonseca, arzobispo de Santiago de Compostela.

Teresa en 1562 conoció al dominico Domingo de Báñez, catedrático de Teología en la Universidad de Salamanca,​ que fue su confesor hasta 1568 y que le asesoró en diversos asuntos durante toda su vida.

Quiso fundar un convento de carmelitas descalzas en Salamanca, la gran ciudad universitaria de entonces, pensando que algún día estas podrían tener un colegio. El obispo Pedro González de Mendoza dio su autorización en septiembre de 1570. Teresa llegó a Salamanca con otra religiosa y dos frailes el 31 de octubre. De este convento se conservan algunos restos del cenobio y la iglesia de Santa María del Monte Carmelo, del siglo XVII. En 1973 las monjas se trasladaron a otro edificio en Cabrerizos, provincia de Salamanca.

A sus 55 años salió de Ávila para fundar otro convento en Alba de Tormes. Esta fundación fue propiciada por Teresa Layz, esposa de Francisco Velázquez, que trabajaba para el duque de Alba. Este matrimonio no podía tener hijos. Cuando estaban viviendo en Salamanca, Teresa Layz tuvo un sueño en el que aparecía una casa, un jardín con un pozo y todo rodeado de flores blancas. Una voz le dijo : «Estos son los hijos que querías tener». Ella pensó que ese sueño significaba que tenía que fundar un convento. Cuando regresaron a vivir a Alba de Tormes y ella entró en su nueva casa y encontró un jardín con un pozo, pensó que era como el de su sueño, y que tenía que fundarlo allí. Un franciscano le habló de Teresa. Dos meses después de fundar el convento de Salamanca, la hermana de Teresa llamada Juana, esposa de Juan de Ovalle, que vivía con su familia en Alba de Tormes, le comunicó que querían fundar un convento de descalzas en aquel lugar. Teresa fue reticente, porque Alba era un lugar muy pequeño como para vivir de las limosnas y no le gustaba fundar conventos con rentas. El dominico Domingo Báñez le dijo que el Concilio de Trento permitía fundar conventos con rentas y que no por el hecho de ser pobres las religiosas serían perfectas. Teresa aceptó y el 3 de diciembre de 1570 acordó con los patronos las rentas del convento. El provincial carmelita dio su licencia el 20 de diciembre y el Convento de Nuestra Señora de la Anunciación se fundó el 24 de enero de 1571.

Teresa dejó el Convento de la Encarnación de Ávila entre finales de julio de 1573 y enero de 1574 para buscar otra ubicación a las monjas de Salamanca. Durante sus estancias en Salamanca, Teresa se alojó en el palacio de los condes de Monterrey y en una casa que actualmente lleva su nombre. Durante esta etapa en Salamanca, por consejo de su confesor, Jerónimo Martínez de Ripalda, estuvo escribiendo su libro sobre las fundaciones.

En otoño de 1574 Teresa fue de nuevo a Salamanca para solucionar un asunto inmobiliario. Allí recibió una carta de Catalina Godínez contándole que tenían una casa preparada en Beas de Segura (Jaén) para una fundación.

Teresa salió nuevamente de Ávila el 25 de junio de 1579 para visitar los conventos que había fundado. Estuvo unos días en Medina del Campo. Llegó a Valladolid el 3 de julio. Escribió cartas a su hermano, a la priora de Sevilla, al arzobispo de Évora y a Jerónimo de la Madre de Dios. El 30 de julio salió de Valladolid y fue a Medina del Campo, donde estuvo unos tres o cuatro días. Luego fue a Alba de Tormes, donde estuvo unos ocho días. Hacia la Fiesta de la Asunción, el 15 de agosto, llegó a Salamanca, donde estuvo dos meses y medio, en los que se dedicó a la compra de una casa.

Llegó de nuevo a Alba de Tormes el 20 de septiembre de 1582.​ Se encontraba enferma, se fue al carmelo y se acostó. En contra de la opinión de los médicos, se levantó para ir a misa y para inspeccionar el carmelo. Trató los problemas de este convento y también trató de otro tema del convento de Salamanca. La duquesa fue a verla en varias ocasiones. El 29 Teresa quedó postrada en la cama. El 2 de octubre se confesó, comulgó y realizó unas recomendaciones a las carmelitas. Ella le dijo a Ana de San Bartolomé que, si mejoraba, iría a Ávila. Antonio de San José le preguntó si quería que llevasen su cuerpo a Ávila cuando falleciese. Ella dijo que no le importaba que la enterrasen en Alba. El 3 de octubre un barbero le realizó una sangría y le aplicó unas ventosas. A las nueve de la noche, recibió la extremaunción. Murió, en los brazos de Ana de San Bartolomé, a las nueve de la noche del 4 de octubre de 1582 (al día siguiente el calendario juliano fue sustituido por el calendario gregoriano en España, por lo que al día de su fallecimiento le sucedió el día viernes 15 de octubre).

El cuerpo, que no se embalsamó, fue envuelto en una tela bordada con oro, regalo de los duques de Alba, y puesto en una ataúd de madera. El ataúd estuvo expuesto en la capilla del Convento de la Anunciación hasta la misa funeral, que se celebró, según el nuevo calendario, el 15 de octubre. La patrona del convento, Teresa Layz, la priora, Antonio de Jesús y los duques de Alba decidieron que el cuerpo de la santa, de gran valor, se quedase allí y apresuraron el entierro. Un albañil y un carpintero realizaron un nicho en el muro que separa la capilla del coro de las religiosas y fue enterrada el día 15 de octubre. Metieron tierra y piedras en el nicho, presionaron la argamasa a golpe de mazo y rompieron la tapa del ataúd. Las monjas protestaron porque se la enterrase así, pero sus protestas fueron inútiles. Nueve meses después, en julio de 1583, llegó el entonces provincial, Jerónimo de la Madre de Dios. Este, con la ayuda del carmelita descalzo Cristóbal de San Alberto y las monjas del convento, que querían ver el cuerpo de la santa, fueron a exhumar el cuerpo. Comenzaron el 4 de julio y tardaron 4 días en retirar las piedras que cubrían el ataúd. Pensaron que el cuerpo no se había descompuesto, porque de la sepultura provenía un suave olor. Al abrir el ataúd descubrieron que el cuerpo estaba intacto, como si acabasen de enterrarla.

Para disponer de reliquias, Jerónimo de la Madre de Dios cortó la mano izquierda y el dedo meñique. Envolvió la mano en un pañuelo y luego en papel, la metió en un cofre y se la dio a las carmelitas descalzas de Ávila. Jerónimo se quedó con el dedo meñique. Dijo que, desde que lo tuvo, no padeció ninguna enfermedad destacable. En 1593, durante un viaje de Mesina a Roma, fue capturado por unos corsarios musulmanes, que le quitaron esa reliquia, y permaneció cautivo en Túnez durante dos años. Logró que le devolviesen la reliquia con el pago de 20 reales y unas sortijas de oro.

Tras la exhumación, las monjas quitaron la tierra, lavaron el cuerpo y le pusieron ropa nueva. La pusieron en un arca fácil de abrir en el coro para exponerla en ocasiones especiales.

Durante más de un año, el Convento de San José de Ávila y el de la Asunción de Alba de Tormes tuvieron un litigio por el cuerpo. En diciembre de 1588 el nuncio, César Specino, dijo que el cuerpo permanecería en Alba de Tormes y el 10 de julio el papa confirmó la afirmación del nuncio.

El cuerpo fue examinado el 25 de marzo de 1588, a petición del obispo de Salamanca, Jerónimo Manrique. El jesuita Francisco de Ribera estuvo en aquella inspección y escribió sobre el estado del cuerpo y de la reliquia del brazo en aquel entonces. El brazo era envuelto en un paño que se iba cambiando y que se entregaba a los visitantes como objeto de devoción.

En 1588 unos médicos le extrajeron el corazón. Este se encuentra en un relicario de 1671 en el convento de Alba de Tormes.

El sepulcro de Teresa de Jesús está custodiado por nueve llaves, de las que tres están en posesión de la Casa de Alba.

Se elevó su sepulcro en 1598; se colocó su cuerpo en la capilla Nueva en 1616, y en 1670, todavía incorrupto, en una caja de plata.

El obispo de Salamanca, Jerónimo Manrique de Lara, en cuya diócesis está Alba de Tormes, comenzó las gestiones para su beatificación en 1591. Felipe II apoyó estas gestiones diplomáticamente. El papa Pablo V leyó una biografía de la santa publicada en latín en Roma en 1609 corregida por Jerónimo de la Madre de Dios.​ El papa promulgó el breve pontificio de la beatificación el 24 de abril de 1614. Esto fue motivo de celebraciones en toda España. Las festividades fueron recopiladas por fray Diego de San José en el Compendio de las solemnes fiestas que en toda España se hicieron en la Beatificación de N. B. M Teresa de Jesús, fundadora de la reformación de los Descalzos y Descalzas de N. S. del Carmen, publicado en Madrid en 1615,​ de más de 300 páginas. Hubo misas, procesiones y fiestas populares.

El 4 de marzo de 1922 fue nombrada la primera doctora honoris causa de la Universidad de Salamanca por un claustro en el que se encontraba el entonces vicerrector Miguel de Unamuno.