Alfonso X el Sabio

Alfonso X de Castilla, llamado «el Sabio» nació en Toledo el 23 de noviembre de 1221, hace 800 años. Fue rey de la Corona de Castilla y de los demás reinos con los que se intitulaba entre 1252 y 1284. A la muerte de su padre, Fernando III «el Santo», reanudó la ofensiva contra los musulmanes, y ocupó Jerez (1253), arrasó Salé, el puerto de Rabat, (1260) y conquistó Cádiz (c. 1262). En 1264, tuvo que hacer frente a una importante revuelta de los mudéjares de Murcia y del valle del Guadalquivir. Como hijo de Beatriz de Suabia, aspiró al trono del Sacro Imperio Romano Germánico, proyecto al que dedicó más de la mitad de su reinado sin obtener éxito alguno.

En 1231, mientras Fernando III recorría las principales ciudades del reino de León después de haber tomado posesión de él, algunos historiadores señalaron que el soberano envió a su hijo el infante Alfonso, pero para dicho año éste contaba con apenas nueve años de edad y se hallaba en Salamanca, por lo que el tal Infante Alfonso era hermano de Fernando III, a quien sí comisionó para atacar a los reinos musulmanes de Córdoba y Sevilla, siendo acompañado por los magnates Álvaro Pérez de Castro el Castellano y Gil Manrique. Dicho hermano era el infante Alfonso de Molina, hijo del difunto Alfonso IX de León. Y que debido a la minoría de edad del hijo del Rey, el infante Alfonso, quien sí habría estado presente en la batalla era en realidad el hijo del rey Fernando III.

Desde Salamanca y pasando por Toledo, donde se les unieron cuarenta caballeros toledanos, se dirigieron hacia Andújar, y desde allí, se encaminaron a devastar la tierra de Córdoba, y posteriormente, al municipio cordobés de Palma del Río, donde exterminaron a todos los habitantes y tomaron la localidad, dirigiéndose a continuación hacia el reino de Sevilla y hacia Jerez de la Frontera, donde instalaron el campamento cristiano en las cercanías del río Guadalete. El emir Ibn Hud, que había reunido un numeroso ejército dividido en siete cuerpos, se interpuso con él entre el ejército cristiano y la ciudad de Jerez de la Frontera, obligando a las tropas de Alfonso a combatir. Durante la batalla que se libró a continuación, conocida como la batalla de Jerez, el ejército de Alfonso derrotó a las tropas musulmanas, a pesar de la superioridad numérica de estos últimos.

El 8 de mayo de 1254 Alfonso X el Sabio otorga la conocida como Carta Magna del Estudio General de Salamanca, algo así como los estatutos de la más antigua y prestigiosa universidad del país durante la Edad Media, siendo la primera en ostentar el título de Universidad en el mundo. La Carta Magna recoge la normativa que regirá cada una de las doce cátedras con las que cuenta, así como su dotación financiera. Un año más tarde, la bula del papa Alejandro IV homologará sus grados, concediéndole el título de universidad, esto es, potestad para impartir estudios de validez universal. Posteriormente, junto a Salamanca, Alejandro IV convertía en universidades a otros tres estudios de los más prestigiosos de Europa: Bolonia, París y Oxford. Al estudio salmantino le concedió además un sello propio, es decir, un reconocimiento implícito por parte de la Santa Sede.

El Estudio General de Salamanca data de 1218 y está fundado por el rey Alfonso IX de León, aprovechando la existencia de las escuelas catedralicias. El 6 de abril de 1243 su hijo Fernando III el Santo confirma los privilegios otorgados por su padre en los que se considera el acto fundacional de la universidad. Más tarde, lo que Alfonso X conseguirá es establecer sus normas y darle relevancia dentro de la cristiandad.

A principios del siglo XVI la Universidad de Salamanca era uno de los principales núcleos de enseñanza del mundo. El proyecto de Colón, los derechos de los indios o la enconada disputa entre Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, se discutieron entre sus claustros. La Escuela de Salamanca, liderada por Francisco de Vitoria, precursora de conceptos tan actuales como el derecho universal, la propiedad individual o la igualdad entre los seres humanos, parten también de la universidad y sus prohombres. Humanistas como Antonio Nebrija, profesores ilustres como fray Luis de León, y una larga lista de discípulos como San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola, Calderón de la Barca o Luis de Góngora salen de las aulas salmantinas. Y qué decir de sus maestros y rectores ya contemporáneos, desde Torres de Villarroel hasta Lázaro Carreter, pasando por don Miguel de Unamuno, padre espiritual de la Generación del 98 y rector de la universidad. La historia de la cultura occidental nutre las paredes del viejo estudio pero que nadie se llame a engaños porque «lo que natura non da, Salamanca non presta».