La ruta más refrescante y natural

La provincia de Salamanca es rica en este tipo de enclaves donde podemos mezclar el senderismo con el baño en algunas pozas naturales en las que aplacar las altas temperaturas con la mayor tranquilidad del mundo. Viajamos a uno de los parajes naturales más bellos y especiales de Salamanca, la Sierra de la Quilama.

Los lamentos de la reina Quilama se siguen escuchando entre unas verdes montañas que parece dibujadas por el mejor pintor realista. La amada del rey don Rodrigo sigue atrapada en su cárcel de piedra de la Cueva de la Mora. Los restos de la fortaleza en el que dieron rienda suelta a su amor se diseminan por el enigmático pico del Castillo. Y descendiendo hacia el valle nos encontramos Valero. Una localidad que, aunque se haya despojado en parte de su arquitectura tradicional, puede presumir de tener un entorno casi de ciencia ficción. En la carretera que une el paraje de las Puentes del Alagón con Valero comienza esta ruta de senderismo por las pozas de la Sierra de la Quilama. Un itinerario destinado a aquellos que están acostumbrados a caminar por el campo y que requiere ir pertrechado de botas de senderismo, bastones, ropa cómoda (pantalón largo a ser posible) y protección solar. El agua ya la ponen los arroyos de las Quilamas, Horcajo y La Palla.

Podemos dejar el coche en uno de entraderos que hay en la carretera, muy cerca de la desembocadura del arroyo de las Quilamas en el río Alagón. Caminaremos por la carretera durante tres kilómetros con precaución hasta llegar a Valero. Allí veremos su piscina natural, una de las mejores de Salamanca. Este año habrá que renunciar a darnos un chapuzón ya que no se ha embalsado el agua debido a las recomendaciones sanitarias por las crisis de la COVID-19. Tras este parón comenzaremos a ascender por el llamado Camino de los Nogales que sale justo enfrente de la piscina, al otro lado de la carretera que sube hasta San Miguel de Valero. Es el tramo más duro del recorrido porque la subida es constante, aunque cómoda. Poco a poco nos adentraremos en la vegetación característica de la Sierra de la Quilama donde destacan las encinas, los robles, las jaras y los madroños.

Una vez que culminemos la ascensión nos toparemos con una de las postales de la ruta. Se trata de El Robledillo, una zona de altísimos pinos de repoblación donde los rayos del sol entran con timidez. Dejaremos el sendero principal girando a la izquierda por uno que apenas es visible por culpa de las jaras y de la maleza. Al no estar señalizado es fundamental llevar GPS y el track de Wikiloc que acompaña a esta información. De esta manera no habrá ninguna pérdida.

Comenzamos a descender y, tras cruzar los regatos de La Barbancha y del Mosquito (que probablemente estarán secos), transitaremos en paralelo al arroyo del Horcajo. Es momento de parar en alguna de las pozas que veremos perfectamente desde la ruta para darnos un chapuzón en sus aguas totalmente cristalinas. Hay al menos tres con una profundidad suficiente para disfrutar del siempre reconfortante baño en la naturaleza.

El sendero sigue por un paisaje verdaderamente hechizante donde los roquedos se convierten en auténticas obras de arte. La esencia de la Sierra de la Quilama. El arroyo del Horcajo desemboca en el de la Palla, que nos acompaña en el tramo final de la ruta. Lo veremos desde las alturas. Habrá que estar pendientes porque a nuestra derecha aparecerá la joya de la corona del trayecto. La chorrera de Gancho Bermejo en el arroyo de la Palla. Una doble cascada que forma una gran poza de aguas frías y transparentes. La bajada es bastante complicada y un tanto peligrosa. Además en 2021 se estableció la prohibición de descender hasta este paraje para respetar la anidación de las aves. Un cartel informativo así lo recuerda. Por lo tanto habrá que contemplarla desde las alturas.

La ruta concluye en un olivar que cruzaremos para regresar a la carretera de las Puentes del Alagón donde hemos dejado el vehículo. Si queremos rematar la faena, nada mejor que darse un nuevo chapuzón, esta vez en el paraje del Piélago donde el arroyo de la Palla muere en el río Alagón.

De esta manera ponemos fin a una de las rutas más atractivas que se pueden hacer en Salamanca. Un trayecto no señalizado en el que, nunca está de más decirlo, habrá que actuar con absoluta responsabilidad y respeto al medio natural. Estamos ante una auténtica joya de nuestra provincia que hay que admirar y preservar. Toda esta ruta nos la recomienda La Gaceta de Salamanca.