El espectacular bastión que ‘abraza’ a los mirobrigenses
Uno de los muchos tesoros que alberga la localidad de Miróbriga y el de mayor envergadura es, sin duda alguna, su muralla, que arropa el municipio de Ciudad Rodrigo con sus 2.200 metros de recorrido, abriendo sus encantos a los lugareños y visitantes a través de puertas, muros que llegan a los trece metros de altura, el adarve en el que descansas los cañones y un sinfín de huellas del pasado jalonadas por paneles informativos.
Su vigoroso aspecto nada tiene que envidiar a otras murallas del territorio español, ya que su sistema abaluartado de fosos y contrafosos, así como la propia muralla, han sobrevivido desde el siglo XII a contiendas como la de la Guerra de la Independencia, y han sufrido modificaciones para acompañar a los tiempos venideros.
A primera vista, la planta de la fortificación abaluartada ofrece la imagen de un polígono estrellado marcado por el perímetro de su glacis o explanada, un terreno de suave pendiente que se ha allanado. El recinto fortificado se acopla a un espacio donde el arte de la arquitectura militar alcanza la supremacía sobre el entorno. En muchas ocasiones la fortificación abaluartada resulta de la evolución de pretéritas defensas medievales, con las adaptaciones y añadidos pertinentes. Ciudad Rodrigo es ejemplo de ello como fortaleza antagónica de la vecina Almeida. Las murallas configuradas por baluartes y cortinas se ocultan de la vista del enemigo, creciendo hacia abajo, abriendo a sus pies amplios y profundos fosos. Los revellines —fortificaciones triangulares situadas al frente de la principal—, se construyen en medio o rodeados de ese mismo foso. El objetivo es ocultar la escarpa de la muralla o revestimiento externo del muro de los disparos directos de la artillería. Tras la contraescarpa, muro opuesto al otro lado del foso, se traza un camino de circunvalación, una senda cubierta que, protegida mediante un parapeto y estacada o empalizada, marca la línea defensiva perimetral.
A día de hoy esta colosal fortificación se yergue orgullosa tras haber sobrevivido con pasmosa entereza al paso de los siglos y el azote de impactos bélicos. “Lo bueno es que se ha conservado íntegra, en el resto de ciudades no tanto; en Salamanca se perdió la cerca, en Segovia y León también; las únicas completas prácticamente son esta y la de Ávila; la de Ciudad Rodrigo tiene el plus de que sobre la cerca que se remonta a la Edad Media y que luego se eleva un sistema abaluartado, lo que es la auténtica defensa, que solo se entiende por ser Ciudad Rodrigo Plaza Militar de la frontera de Portugal”, explica con entusiasmo el presidente del Centro de Estudios Mirobrigenses, José Ignacio Martín. “Solo se encuentra en La Raya de Francia o Portugal”, recuerda.
Una fortificación de origen medieval y con un gran peso en las guerras napoleónicas
El sistema abaluartado que caracteriza a la muralla mirobrigense se desarrolla en los siglos XVII y XVIII, lo que hace completo este bastión defensivo, convirtiéndolo en “único en Castilla y León”. Actualmente su protagonismo ha dejado de ser de índole militar, pero sigue siendo el epicentro de importantes eventos como recreaciones de batallas en la Guerra de la Independencia, o la popular Feria Medieval, en la que caballeros medievales de familias enfrentadas representan emocionantes justas.
Recientemente el Ayuntamiento impulsó la propuesta de Miróbriga en la declaración de la Unesco como socio a la candidatura portuguesa de las Fortificaciones Abaluartadas de Frontera. El alcalde mirobrigense, Marcos Iglesias, destacó los trabajos para mejorar la imagen de Ciudad Rodrigo, “cuidando de todos los rincones de la muralla y el adarve, con especial atención a la Brecha Grande, impulsando una nueva señalización histórica y presentando un importante proyecto de puesta en valor de la Brecha Pequeña”.
Estas “brechas” hacen referencia a los puntos en los que penetraron las fuerzas enemigas durante la Guerra de la Independencia. Hasta las puertas de la muralla son testigos de una nueva era. Se cerraban todas las noches, y cerca de cada una había guardias apostados. Durante la Guerra de la Independencia el general Herrasti, cuyo nombre toma una de las plazas principales, mandó construir en la falsabraga cinco grandes cuerpos de guardia.