La fotografía de hoy es de Ángel «manifuko7». Atardecer con tonos rojizos sobre la estampa típica al otro lado del río Tormes de nuestra capital.
Hace 495 años nuestros antepasados tuvieron un tiempo muy parecido al de estas primeras semanas del año. El año de 1626 comenzó con abundantes nieves, seguido de un periodo de intensas lluvias que provocaron una crecida generalizada en la cuenca del Duero, afectada por las crecidas de varios de sus afluentes. El río Tormes, siendo uno de ellos, sufre un aumento de caudal descontrolado y repentino que ocurre en un corto intervalo de menos de cinco horas durante la noche del día 26-27 de enero (festividad de San Policarpo). Esta repentina crecida causa en la ciudad numerosos destrozos y muertes en su vega quedando en la historia como la denominada noche de San Policarpo. En la riada murieron 142 personas que se vieron sorprendidas durante la noche.
Las iglesias situadas en la vega del río se vieron seriamente afectadas. El puente romano sufrió graves desperfectos teniendo que ser restaurado en gran parte. Cuatro arcos de la parte más alejada de la ciudad se hundieron completamente, dejando la ciudad incomunicada por este lado; en días sucesivos se fueron hundiendo más arcos hasta parar en el castillete central. El puente volvió a ser reconstruido a partir de 1627, durante el reinado de Felipe IV.
Las lluvias volvieron a causar una riada en febrero de ese mismo año pero con menores consecuencias. Ahora gracias al embalse de Santa Teresa es más difícil que una desgracia así vuelva a ocurrir.