Ruta por los mejores artesonados mudéjares de Salamanca
Escribe José Ángel Montero en La Gaceta de Salamanca que hay quienes se refieren a ellas como techumbres; otros prefieren hablar de armaduras; también los hay que las denominan forjado de madera o alfarje; y no faltan aquellos que echan mano de la alegoría para definirlas como artesonados. Pero sea cual sea su denominación, de lo que no cabe duda es de que Salamanca es rica y vasta en este tipo de manifestaciones artísticas. No hay territorio, zona o comarca que se precie que no cuente entre sus grandes referentes artísticos con una sugerente, atractiva y original armadura de madera para dar vistosidad, prestancia y colorido a sus iglesias, monasterios, ermitas o palacios. Y lo más significativo de todo es que la mayor parte son de origen mudéjar: unas, las que menos por desgracia, de los siglos XIII y XIV; y otras, la mayoría, realizadas en los siglos XVI y XVII. Hay también variados ejemplos del siglo XVIII, aunque se trata ya de copias mudéjares de menos interés artístico.
Pero lo que nos ha llegado hasta nuestros días no es más que una manifestación del vasto legado con el que llegó a contar esta provincia. Según recoge Sergio Pérez Martín en su “Estudio de las armaduras de madera en la provincia de Salamanca” —encargado por la Junta de Castilla y León—, habría que hablar de más de dos centenares de artesonados de los que existe constancia documental. Pero no todos han llegado hasta nuestros días. Son bastantes los que se han perdido con el paso del tiempo por motivos muy diferentes. Ya en 1996, Belén García de Figuerola hacía un repaso por más de medio centenar de armaduras de madera en su libro “Techumbres mudéjares en Salamanca”, editado por la Diputación provincial.
Si los siglos XII y XIII fueron los más representativos del mudéjar en su manifestación arquitectónica (fusión del románico cristiano y la estética musulmana), el siglo XVI volverá a vivir una segunda edad de oro, especialmente en materia de artesonados, donde la talla y policromía de la madera son ejecutados con maestría —lo que se conoce como carpintería de lo blanco—.
Recorrer cinco, seis, siete y hasta ocho siglos después estas singulares y sugerentes manifestaciones se ha convertido no solo en una gran aventura, sino también en un deleite para los paladares artísticos y patrimoniales más exigente. Y Salamanca es un claro ejemplo de estas manifestaciones. No solo en la capital, que cuenta con destacadas propuestas tanto en el ámbito civil como religioso —en torno a una veintena—, sino también en su extensa provincia, donde aparecen diseminadas por sus tres diócesis iglesias y ermitas con espectaculares, bellos y coquetos artesonados mudéjares —no menos de medio centenar de significativos ejemplos—.
Visitarlas todas en una jornada resultaría del todo imposible. Por eso, poner en valor estas piezas históricas a través de una serie de rutas puede resultar de lo más sugerente para los amantes del arte y del patrimonio. Y qué mejor que empezar este recorrido por las manifestaciones más atractivas esparcidas por los alrededores de la capital. Más de una docena de propuestas de todos los estilos y para todos los gustos que sumergirán al visitante en una época luminosa —atrás ha quedado el medievo y la sociedad se abre al renacer del renacimiento— y rica en expresiones y manifestaciones artísticas.
Así, partiendo de la capital, la primera visita obligada es Villamayor, donde la iglesia de San Miguel guarda, a pesar de su restauración, algunos trazos del primitivo almizate, que encierra uno de los “secretos ocultos” de la carpintería de armar española: el ensamble de “garganta y quijera” (para unir pares y nudillos) y que modificó los procedimientos del oficio. A pocos minutos en coche se encuentra Aldeaseca de Armuña, cuya iglesia parroquial muestra otro de los grandes avances del oficio: la trama de ruedas de lazo, que gracias a la técnica ataujerada logra llevar a los artesonados entramados geométricos de gran complejidad. Tomando dirección noroeste se encuentra la localidad de Carrascal de Velambélez y una de las pequeñas joyas de la provincia, ya que su iglesia de Nuestra Señora del Castillo guarda todo un tesoro en su interior: sus pinturas y su armadura del siglo XVI. A escasos kilómetros, Almenara de Tormes luce en su iglesia de la Asunción uno de los ejemplos más hermosos del románico, con una armadura muy restaurada, aunque con el gusto de su construcción originaria.
Con rumbo más oriental, Palencia de Negrilla, cuyo templo forma parte de la lista conocida como las “Catedrales de la Armuña”, es uno de tantos ejemplos en los que la armadura originaria (siglo XVI) se pierde por completo y es sustituida por una completamente nueva a finales del XVII. Y a tiro de piedra se encuentra Villaverde de Guareña, con su impresionante iglesia de San Cebrián, que encierra una armadura de gran tamaño y destacada ornamentación, a pesar de su aparente sencillez. Poco más al sur, San Cristóbal de la Cuesta ofrece una pequeña joya en su presbiterio y una armadura sencilla y totalmente nueva (siglo XVIII) en su nave central. Y qué decir de la parroquial de Moriscos, otra joya mudéjar (siglo XVI) con sus tres tramos de armadura de estilos diferentes, donde destaca la situada sobre el altar, ya que no hay otra similar en la provincia por la organización de los faldones y el color de las pinturas.
Dejando atrás Salamanca y tomando una dirección sureste, el próximo destino es Calvarrasa de Abajo, cuya iglesia de San Pedro encierra en su techumbre otro de los grandes tesoros de la provincia al ofrecer todo un rico muestrario de soluciones técnicas en los que se aúna la tradición mudéjar con lenguajes decorativos de los siglos XVI y XVII. Más al sur se encuentra la pequeña localidad de Las Torres, con su iglesia de Santa Eulalia, que muestra una “potente” armadura en su nave central; y a pocos kilómetros, Arapiles, que tan solo conserva la techumbre del presbiterio, pues la de la nave central fue sustituida por una de moderna factura.
Para finalizar este recorrido por las techumbres más singulares de la comarca de Salamanca hacemos un alto en San Julián de la Valmuza, con su armadura simple y rústica, y cerramos la ruta en Morille, cuya iglesia de El Salvador acogió una interesante armadura del siglo XVI, pero hoy en día desaparecida, tal vez producto de la mala suerte y del complejo devenir histórico, y sustituida por otra más moderna.